Cierto día, sentadas en una terraza, mi amiga me dijo: "Mari, dame una razón, dame una razón por la que seguir viviendo con ilusión." Yo no supe que decir, tan solo la observaba. La miraba, mientras ella fijaba su vista a su copa de vino.
Y volvió a mirarme, con los ojos llenos de lágrimas. Y volvió de decirme: "Mari, dame una razón, solo necesito una razón". Y la mire, con mis ojos llenos de lágrimas, le contesté: "Recuerda como la conociste. Que es lo que te enamoró de ella, amiga mía, busca en tus recuerdos buenos junto a ella. Ahí tendrás una razón."
Y volvió a mirarme, con los ojos llenos de lágrimas. Y volvió de decirme: "Mari, dame una razón, solo necesito una razón". Y la mire, con mis ojos llenos de lágrimas, le contesté: "Recuerda como la conociste. Que es lo que te enamoró de ella, amiga mía, busca en tus recuerdos buenos junto a ella. Ahí tendrás una razón."
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